En Mañana de sol, Leonardo Davico captura un instante cotidiano del conurbano argentino con la serenidad de quien observa el paso del tiempo en los márgenes urbanos. La escena —un hombre encendiendo el fuego junto a una construcción inacabada, bajo la tibieza del sol— combina lo doméstico con lo poético, lo precario con lo luminoso.
El artista traduce con su pintura la textura de la espera y la resiliencia: ladrillos a medio levantar, malezas que avanzan, árboles en distintas estaciones del color. Todo convive en equilibrio con el cielo de una mañana diáfana.
Davico propone una mirada sensible sobre los espacios intermedios, esos lugares donde la vida ocurre lejos del centro pero con la misma intensidad. La pintura, más que una postal, es un relato silencioso sobre la dignidad del trabajo, la memoria y la persistencia cotidiana.